Hijo mío, derrama lágrimas por un muerto y entona la lamentación que
expresará tu dolor. Luego, entierra su cuerpo como se debe, no descuides
nada referente a su sepultura. Gime amargamente, golpéate el pecho, haz
el velorio como conviene por uno o dos días para marcar la separación,
luego consuélate de tu tristeza.
Porque la tristeza lleva a la muerte, y la pena interior consume las energías.
Que la tristeza se acabe con los funerales: no puedes vivir siempre afligido.
Que la tristeza se acabe con los funerales: no puedes vivir siempre afligido.
¡No abandones tu corazón a la tristeza, échala y piensa en tu propio fin! No lo olvides: es sin vuelta. Tú te perjudicarías y no le harías ningún bien. Acuérdate de mi sentencia que un día podrás repetir:
¡ayer fui yo, hoy serás tú!
Desde el momento en que el muerto reposa, haz que también repose su recuerdo; consuélate desde el momento en que haya expirado.