Había una vez en una tierra muy lejana, un rey que quería ver a Dios.
Este rey ya tenía todas las riquezas que quería y había visto todo lo que se le había antojado, pero sentía que había algo más que estaba por encima de todas sus riquezas y que aún no había podido lograr.
El rey pensaba que antes de morir sólo le faltaba un deseo por cumplir, el de ver a Dios.
De inmediato, reunió a todos los sabios del reino entero y les dijo: ” Les doy tres días de plazo para que me digan cómo puedo ver a Dios.” Pero pasaron los tres días y nadie pudo enseñarle a ver a Dios.
El rey se llenó de cólera y los amenazó a todos con la muerte, pero ni eso logró que encontraran la manera de hacerle ver a Dios.
En eso, se presentó un pastor sencillo y le dijo:”Te enseñaré como puedes ver a Dios. Ven acompáñame” El pastor llevo al rey a un campo abierto y le enseñó el sol diciéndole:”Mira”.
El rey quiso mirar el sol pero no pudo, respondiendo enojado: “¿Acaso quieres que me vuelva ciego?” El pastor le replicó: “Señor, el sol es sólo una pequeña creación del gran Dios, si no eres capaz de mirar su creación ¿cómo lo vas a mirar a Él?”.
El rey entendió esto. Sin embargo, no estaba satisfecho aún y le dijo:”Dime, ¿Qué había antes de Dios?” El pastor le respondió: “¡Empieza a contar!” El rey contó: “Uno, dos, tres”. Pero el pastor lo interrumpió: ”No, debes contar desde antes, debes empezar antes del número uno.” El rey le contestó: “No hay nada antes del número uno.” Replicó el pastor: “De la misma manera no hay nada antes que Dios.” “Contéstame otra pregunta más y me basta”, dijo el rey.
“¿Qué hace Dios?” El pastor sonrió y le dijo: “Eso te lo voy a contestar si dejas que cambiemos de ropa. Yo me pongo la tuya y tú te pones la mía.” El rey bajó de su trono y cambió su ropa con el pastor. “Así es Dios”, explicó el pastor, “baja de su trono, se viste como los hombres y los trata con tanta bondad que quiere darles su misma ropa de rey.” Entonces dijo el rey: ”Ahora si entiendo a Dios”.