una era negra y la otra dorada.
Cuando Él me las entregó, me dijo:
Hijo, pon tus penas en la caja negra,
Hijo, pon tus penas en la caja negra,
y tus alegrías en la dorada.
Yo hice lo que Dios me había indicado que guardara en caja,
pero noté
que la caja dorada se hacía cada vez más pesada,
mientras la negra
seguía tan ligera como antes.
Con curiosidad abrí la caja negra para
averiguar el porqué,
y me di cuenta que tenía un gran agujero en el
fondo,
por donde todas mis penas se habían ido.
Se lo mostré entonces a Dios y le pregunté
¿dónde estaban mis penas? Él sonrió y me dijo:
Hijo mío, yo las tengo.
Hijo mío, yo las tengo.
Le pregunté entonces:
Señor, ¿entonces, por qué me diste dos cajas?
Señor, ¿entonces, por qué me diste dos cajas?
¿Por qué la dorada y por qué la negra con el agujero?
El Señor me respondió:
Hijo mío, la dorada es para que cuentes tus bendiciones,
la negra es para que olvides todas tus penas.
la negra es para que olvides todas tus penas.